Washington, 24/11/2005 (EP/AP)
El presidente estadounidense, Richard Nixon, temía en privado la posibilidad de una guerra nuclear total, a pesar de que tenía fama de ser un duro en política internacional, según reflejan documentos recientemente difundidos de su paso por la Casa Blanca.
La posibilidad de una guerra nuclear fue algo inaceptable desde los primeros momentos de la Presidencia de Nixon, a partir de 1969 y hasta 1974, cuando dimitió durante el escándalo 'Watergate'.
Documentos recientemente desclasificados de aquella época reflejan que Nixon deseaba una alternativa a la plena guerra nuclear, un plan para una guerra más civilizada que a la postre pudiera desplazar a la Unión Soviética como potencia de primera clase, al mismo tiempo que evitaba el holocausto atómico.
Los documentos de la Casa Blanca de entonces ofrecen una visión de los intentos para evitar "la decisión horrífica", como definió el asesor de seguridad nacional Henry Kissinger, al referirse a una guerra nuclear total.
En un diario de 1969, el secretario de la Casa Blanca bajo el Gobierno de Nixon, H.R. Haldeman, escribió que el presidente participó un día en una maniobras a bordo de un Boeing 707 preparado para dirigir desde el aire una guerra nuclear. El episodio le traumatizó y le causó un profundo horror ante dicha posibilidad, según Haldeman.
Las conclusiones sobre la opinión del mandatario fueron elaboradas por el profesor William Burr, un investigador del Archivo de Seguridad Nacional en la Universidad George Washington, después de estudiar los documentos de la época de Nixon difundidos por los Archivos Nacionales y otros obtenidos bajo el Acta de Libertad de Información.
Los documentos indican que según Kissinger, los funcionarios del gasto público preferirían una guerra nuclear completa porque ya había sido planificada y preparada y porque sería más barata que reorganizar la capacidad ofensiva estadounidense con objeto de permitir ataques limitados.
Según un cálculo oficial, Estados Unidos, incluso si quedaba mal parado con un ataque balístico soviético no provocado, podría responder con una ofensiva de cohetes capaz de matar al 40% de la población soviética, unos 90 millones de personas. Mucha más gente habría muerto si Estados Unidos hubiera atacado primero, aunque este cálculo sigue siendo secreto.
Según Burr, Estados Unidos logró así una gama más amplia de alternativas nucleares, debido en parte al desarrollo de cohetes más precisos y armas de otro tipo en los años sucesivos.
El presidente estadounidense, Richard Nixon, temía en privado la posibilidad de una guerra nuclear total, a pesar de que tenía fama de ser un duro en política internacional, según reflejan documentos recientemente difundidos de su paso por la Casa Blanca.
La posibilidad de una guerra nuclear fue algo inaceptable desde los primeros momentos de la Presidencia de Nixon, a partir de 1969 y hasta 1974, cuando dimitió durante el escándalo 'Watergate'.
Documentos recientemente desclasificados de aquella época reflejan que Nixon deseaba una alternativa a la plena guerra nuclear, un plan para una guerra más civilizada que a la postre pudiera desplazar a la Unión Soviética como potencia de primera clase, al mismo tiempo que evitaba el holocausto atómico.
Los documentos de la Casa Blanca de entonces ofrecen una visión de los intentos para evitar "la decisión horrífica", como definió el asesor de seguridad nacional Henry Kissinger, al referirse a una guerra nuclear total.
En un diario de 1969, el secretario de la Casa Blanca bajo el Gobierno de Nixon, H.R. Haldeman, escribió que el presidente participó un día en una maniobras a bordo de un Boeing 707 preparado para dirigir desde el aire una guerra nuclear. El episodio le traumatizó y le causó un profundo horror ante dicha posibilidad, según Haldeman.
Las conclusiones sobre la opinión del mandatario fueron elaboradas por el profesor William Burr, un investigador del Archivo de Seguridad Nacional en la Universidad George Washington, después de estudiar los documentos de la época de Nixon difundidos por los Archivos Nacionales y otros obtenidos bajo el Acta de Libertad de Información.
Los documentos indican que según Kissinger, los funcionarios del gasto público preferirían una guerra nuclear completa porque ya había sido planificada y preparada y porque sería más barata que reorganizar la capacidad ofensiva estadounidense con objeto de permitir ataques limitados.
Según un cálculo oficial, Estados Unidos, incluso si quedaba mal parado con un ataque balístico soviético no provocado, podría responder con una ofensiva de cohetes capaz de matar al 40% de la población soviética, unos 90 millones de personas. Mucha más gente habría muerto si Estados Unidos hubiera atacado primero, aunque este cálculo sigue siendo secreto.
Según Burr, Estados Unidos logró así una gama más amplia de alternativas nucleares, debido en parte al desarrollo de cohetes más precisos y armas de otro tipo en los años sucesivos.
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