domingo, 14 de junio de 2009

¿Por qué se suicidan los reclutadores del ejército de EEUU?

Mark Thompson
Time/Zmag
5/5/2009

Cuando la sargento primera del ejército de EE.UU., Amanda Henderson, encontró al sargento primero Larry Flores en su estación de reclutamiento en Texas en agosto pasado, se espantó por sus profundas ojeras y su apariencia desarrapada. “¿Estás bien?” pregunto al normalmente muy ordenado soldado. “Sargenta Henderson, estoy verdaderamente cansado,” respondió. “Tuve una semana mala y larga, fue ridículo.” El sábado anterior los comandantes de Flores lo habían recriminado por mal rendimiento. Había trabajado todos los días desde las 6.30 de la mañana hasta las 10 de la noche, tratando de persuadir a jóvenes de Nacogdoches para que se pusieran el uniforme del ejército. “Pero estoy bien,” le dijo.

No, no estaba bien. Más tarde, esa misma noche, Flores se colgó en su garaje con un cordón de extensión. Henderson y su esposo Patrick, ambos reclutadores del ejército, quedaron impactados. “Nunca olvidaré cuando estuve sentada en el funeral del sargento Flores con mi esposo y vimos a su mujer llorando,” recuerda Amanda. “Recuerdo que miré a Patrick y le dije: ‘¿por qué le hizo algo semejante a su mujer? ¿Por qué le hizo algo así a sus hijos?’” Patrick no dijo nada, y Amanda dice ahora que el suicidio de Flores “gatilló” algo en su marido. Seis semanas después, Patrick se ahorcó con una cadena de perro en su cobertizo en el patio trasero.


Las guerras en Iraq y Afganistán, son ahora las más prolongadas libradas por una fuerza sólo de voluntarios en la historia de EE.UU. Incluso en circunstancias en las que los soldados rotan por períodos múltiples y prolongados, el ejército necesita un suministro constante de nuevos reclutas. Pero el fervor patriótico que llevó a tantos a alistarse después del 11-S ya pasó hace ocho años. Eso hace que el trabajo de los reclutadores sea tal vez el más duro, si no el más peligroso, en el ejército. Sólo el año pasado, la cantidad de reclutadores que se quitaron la vida fue el triple de la tasa general del ejército. Como el Trastorno de Estrés Postraumático y la Lesión Cerebral Traumática, los suicidios de reclutadores son un coste oculto de las guerras de EE.UU.

El desafío de tiempos de guerra

Tras los ordenados escritorios y los afiches patrióticos en las 1.650 estaciones de reclutamiento en las Calles Mayores y en los centros comerciales hay un entorno laboral tan estresante a su propio modo como el combate. Las horas son largas, el tiempo libre es poco, y la exigencia de alistar por lo menos 2 reclutas por mes es implacable. Los soldados que han vuelto de períodos en Iraq y Afganistán constituyen ahora un 73% de los reclutadores, un aumento de los 38% en 2005. Y para muchos de ellos, la presión es demasiado fuerte. “Esos chicos vuelven de Iraq con problemas,” dice un ex oficial del ejército que recientemente trabajó en el Batallón de Reclutamiento de Houston.

La responsabilidad de proveer reemplazos para la tropa recae en antiguos suboficiales que han decidido convertir el reclutamiento en su carrera en el Comando de Reclutamiento del Ejército de EE.UU. (USAREC). Por su parte, ellos presionan a sus reclutadores locales para que “cumplan su misión” y provean los reclutas – a veces por todos los medios necesarios. Lawrence Kagawa se pensionó en julio pasado después de más de 20 años en uniforme; pasó la última mitad como reclutador altamente condecorado, y su período incluyó una tarea en el batallón de Houston entre 2002 y 2005. “Hay un conjunto de valores para el ejército, y cuando uno va al Comando de Reclutamiento se ve básicamente obligado a hacer cosas fuera de lo que sería considerado normalmente como moral o ético,” dice.

Como los comandantes de estación y sus jefes son evaluados según cómo reclutan sus subordinados, hay un fuerte incentivo para cuidar poco los detalles a fin de conseguir reclutas. Si los reclutadores no pueden realizar su misión legítimamente, sus jefes les dicen que vayan más allá del límite. “Te dirán que llames a Johnny o a Susan y les digas que mientan diciendo que nunca tuvieron asma como te dijeron, y que no tienen una historia criminal juvenil,” dice Kagawa. “Ese reclutador va a ajustar las reglas a su antojo y conseguirá que le digan mentiras y procesará el papeleo fraudulento.” ¿Y si el reclutador se niega? El comandante, dice Kagawa, “te dirá directamente que “se trata de un tema de lealtad, y si yo te doy un “no” por lealtad en tu informe anual, se acaba tu carrera.”

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